Un domingo, como nunca, salió el sol, día claro y lleno de luz que abrazaba la Ciudad de los Reyes. En Cercado de Lima, en el Parque de la Reserva, se juntaron miles de personas para dar esperanza a mascotas rescatadas. “Perrotón” fue el nombre de aquel evento.

Por ellos
El ingreso era libre, algunos llevaban mascotas, otros buscaban una. La puerta 4 del parque fue la que vio pasar a los entusiastas de los animales. La organización del lugar constaba de dos zonas, una estaba dirigida al comercio, productos de limpieza, cuidado, camas, comida y demás accesorios para ellos; del lado contrario, cercas donde adentro esperaban, tiernamente, los canes en busca de una familia, además estaban tiendas donde se hacían revisiones gratis de desparasitaciones y vacunaciones.
El evento fue organizado por la fundación “Rayito” y respaldada por la Municipalidad de Lima. Comenzó desde la una de la mañana hasta las seis de la tarde y, actualmente, es el encuentro más grande de adopción de canes en la historia de la capital peruana.
Lenguas afuera, patas y colas enternecieron a cada uno de los presentes. Distintos dueños junto a sus compañeros cuadrúpedos desfilaban por el campo, algunos optaban por colores cálidos, otros más excéntricos, mostraban sus mejores adornos. Perritos con estrellas entre sus cabezas, sus colas adornadas como si fueran paletas y orejas elevadas al son de la música que acompañaban en el lugar. Una pregunta recurrente es ¿qué hay por ver en las tiendas que estaban ahí?
Salud, snacks y sonrisas
Entre la jauría, en una esquina se encuentran los puestos, llenos con lo suficiente para cubrir las necesidades básicas del engreído del hogar.
Con un toldo amarillo para cubrirse del sol, se encuentra un peculiar producto que podría sacar de quicio a cualquiera. Es una tráquea seca a plena luz del día. Sin duda, una imagen común en una carnicería, pero ¿En una feria para perros?
Se trata de alimentos deshidratados, una opción distinta a las croquetas comunes. Este singular producto busca complementar a las mascotas con una dieta rica en proteínas y nutrientes, perfectos para blanquear los dientes y evitar el mal olor.
Si bien, son distintos al alimento tradicional, estos deben ser ingeridos por “niveles”, pues dependiendo del tamaño del can tendrá que comer uno. Desde falos de caballo o toro hasta los más duros, como las patas de pollo y huesos. “Se recomienda darles como una recompensa por hacer algo” se escuchó desde dentro de la tienda.
Tras haber presenciado la comida deshidratada. Del otro extremo del parque, se hallaba un cartel gigante de color azul. Entre sus letras se apreciaba el siguiente texto: “Pañales para perros”. Al interior se encontraban distintos diseños de estas prendas desechables. “Es para cuando la perrita tiene la regla” le dijo una señora a su hija tras ver el anuncio.
Y tal como dice la señora, es para eso, pero también para perritos mayores que padezcan de enfermedades en los riñones. Sin embargo, no estaría en esta crónica sino despertara la curiosidad, puesto que, no solo se vendían pañales, sino también ropa interior: calzones e incluso lencería.
Resulta que estas prendas, de distintas tallas y colores, eran para controlar la tasa de natalidad de las mascotas, en especial, para aquellos que no están esterilizados. Algunos dueños consiguen ropa interior para evitar el nacimiento de crías cuando no estén disponibles para cuidar cachorros.
Pero, no todo son productos, también el Perrotón contó con un pedazo de veterinaria en el parque. Dos tiendas que se especializaban en tratamientos para todo tipo de animal. El personal estuvo desde la mañana, atendiendo y curando a diversos pacientes, que, con un lamido, ladrido o canto, agradecían a los doctores por su apoyo.
Vacunaciones, limpieza de oídos y de uñas, eran solo algunos de los tratamientos que estaban disponibles. La gran mayoría de estos fue gratis, fue un incentivo para la salud de las mascotas. Pero, ¿Y qué hay de aquellos desesperados por conocer a sus nuevas familias?
Dales un hogar
En una de las cercas, al centro del parque, se encontraba una perrita, que en sus ojos todavía guarda la esperanza de volver a divertirse. Su nombre es Lulú, quien con sus perlas café en su rostro nos indica el dolor y pena que tuvo que pasar. Conoció el sufrimiento a su primer año de vida, quién para ese entonces estaba a cargo de ella solía golpearle con una escoba en el rostro. Marcas que, para hoy, son un reflejo de su desconfianza.
La señora Pilar fue quien pudo rescatarla. Aún recuerda el proceso de volver a crear un vínculo con Lulú. Al principio, no fue tarea fácil, solía tener la cola baja, casi no quería comer, pero con paciencia, logró retomar la calma, sin embargo, desarrolló ansiedad crónica. De vez en cuando se le ve temblar al momento de comer, además de tener un fuerte apego, se aterra al quedarse sola. Al igual que otros canes, busca encontrar una familia que se quede con ella y le ayude a hacer frente a estos males.
Otra mascota que se encontraba en búsqueda de un hogar es Tobi, un tierno y juguetón cuadrúpedo, tiene solo 6 meses y se mantiene firme. Un imparable guerrero que se enfrenta a la pelota, que, lanzadas por sus cuidadores, va a recoger. Incansable busca retomar aquella calma que alguna vez le fue arrebatada.
Hace 2 meses, en el Callao, recibió un golpe en su hocico con un palo de escoba. Al ser un cachorro, aquel golpe le abrió parte de la boca. Lleno de sangre, caminó por cuadras, hasta llegar a un pequeño jardín, tratando de descansar por la paliza. Lejos estaba de conseguir la paz, pues aquel oasis en su mar de sangre, era propiedad de una señora, quien molesta, ahuyentó al can con otra escoba. Harto de caminar, se tiró a las afueras de una esquina, fue entonces que pasó una pareja, quienes alarmados ante la condición de Tobi, optaron por rescatarle. El resto es historia.
Aún mantiene su alegría y contagia a cada quien que vea su caminar. Saca la lengua para endulzar el día más amargo. Aquel valiente, espera conseguir una familia que pueda enseñarle, otra vez, el amor por las cosas y devolverle la felicidad que tanto anhela.
Casos como estos son comunes en nuestra sociedad, tanto así que Lili, una perrita de 7 años, ahora luce de una buena salud, come con gusto y tiene una dieta variada. Nos recibió con un pedazo de croquetas entre su hocico. Su cola baila de lado a lado, pues indica su felicidad ante las adversidades.
No hace poco, conoció las croquetas, pues antes solo conocía bolsas de basura como alimento. Pasó varios años en la intemperie de la ruidosa capital limeña, resistió el frío y se curó de sus propias heridas. Al estar en esta condición, llegó a perder bastante peso, tanto así que sus patas eran tan delgadas como su cola.
Se sentía desnuda, pues sus mismos huesos eran notorios. Un día, un grupo de personas logró avistarla por las calles. Sin perder tiempo, la trasladaron a un veterinario quien la hidrató y nutrió. Tras unos meses de tratamiento, logró rehabilitarse, recuperó el apetito y se encuentra a la espera de un hogar.
Sin duda, una triste y penosa realidad. En 2019, especialistas de la Universidad Cayetano Heredia calculó que la cantidad de mascotas abandonadas en Perú, supera la cifra de 6 millones, mientras que en la misma capital hay 4 millones, de aquellos números. No se trata de “dar por dar”, como recuerda la señora Pilar, sino de hacerse responsable, pues es una vida después de todo. Al cerrar la “Perrotón”, se despidieron consigo los cientos de historias, algunas trágicas otras felices, pero todas con un final esperanzador.
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